Enrique Vila-Matas hace una reconstrucción irónica de su etapa parisina, cuando trataba de vivir a la manera de Hemingway en París era una fiesta. Si en los años veinte su ídolo de juventud fue acogido por Gertrude Stein, en la década de los setenta el joven Vila-Matas alquila una buhardilla en la capital francesa a Marguerite Duras. En vez de codearse con Scott Fitzgerald, Ezra Pound o Pablo Picasso, trata con Roland Barthes, Georges Perec, Isabelle Adjani, Julio Ramón Ribeyro y una escurridiza Paloma Picasso, entre muchos otros. París no se acaba nunca es un relato autobiográfico que conecta con cierta sensibilidad contemporánea para la cual hay una continuidad natural entre lo real y lo ficticio. Una novela en la que el autor «ficcionaliza» el yo y lo real en términos literarios muy convincentes.
«Aviso para escritores en ciernes, principiantes o consagrados: si se preguntan dónde está la literatura y si es posible renovarla, lean a Vila-Matas.»
Le Magazine Littéraire